¿Sin Honores?
Los ayudantes ad honorem de esta facultad somos quienes sostenemos el día a día de la mayoría de las cursadas. Resulta muchas veces difícil reconocernos como docentes, reconocer en nuestro trabajo una herramienta para la transformación. A partir de este análisis es que no hemos dado cuenta de que exite un problema, y es entonces cuando nos juntamos para comenzar a darle a nuestro trabajo el sentido que merece y comenzar a concebirlo como una herramienta superadora. Para esto es que armamos un boletín en el que vamos a analizar y sistematizar algunos elementos que sentimos como comunes y por lo tanto unificadores, sirviendo éstos como puntapié inicial del debate que queremos introducir.
Los nuevos trabajos que ocupan a gran parte de los estudiantes de las distintas facultades de la UBA son “trabajos precarizados”, ya sea en el sector privado o en el Estado: como contratados, becarios, pasantes y, en la Universidad, bajo el rótulo de docentes ad-honorem.
En la UBA hay más de 20.000 docentes que no perciben sueldo por su trabajo y en Medicina somos cerca de 8.500 según la AGD (Asociación Gremial Docente). Muchas veces estos “docentes de segunda” somos los que llevamos adelante gran parte de la cursada. Veamos un poco en qué situación trabajamos:
Somos estudiantes de medicina que, por alguna razón, sentimos el deseo de enseñar, de ser docentes. Pero nos encontramos con que no podemos enseñar demasiado porque no contamos con una preparación adecuada que permita que nos desempeñamos en el cargo que nos toca. Nos ponemos delante de una mesa o un curso sin nociones generales de pedagogía, un sinsentido. El voluntarismo por enseñar llega a sus límites cuando venimos en el verano a escuelas de formación docente, cabría preguntarse qué nos lleva a venir en esos caldeados días a la facultad. En esta escasa formación que nos brindan, y que muchas veces depende de la “buena onda” del jefe de turno, en la mayoría de los casos no se pretende un trabajo grupal real sino que se sigue con la política de competitividad que reina a lo largo de toda la carrera. Clases preparadas individualmente, clases individualizantes, incluso sin el material como para hacelo correctamente. Para colmo, una vez superados estos escoyos tenemos que escribir sobre el pizarrón con un minúsculo pedazo de tiza (con suerte) y si se nos ocurre la loca idea de borrar tendremos que hacerlo con algún resto de papel o con ese pedazo de madera con madera (lo que algunos llaman “borrador”).
Además de lo antedicho, tenemos que sumar otros problemas básicos relacionados con nuestra condición de DOCENTES. No contamos con ART (Aseguradora de Riesgos de Trabajo) con lo cual si por alguna razón nos cortamos con material infectado o simplemente se nos cae un televisor en la cabeza (basta con ver las condiciones en las que están puestos algunos para entender que no es una fantasía demasiado remota) nadie se hace cargo.
Un párrafo aparte merecen los concursos. Hoy en día, los mismos no se desarrollan regularmente Es decir, se nombran “interinos” a muchos docentes porque los concursos se llevan a cabo de manera esporádica (hay cátedras que pasan décadas sin concursar). Nombramientos interinos que se prolongan a lo largo del tiempo y que nunca son refrendados, esa es la situación “contractual” en la que nos encontramos. Eso si nos referimos a la regularidad en el tiempo. Sin embargo, no sólo son irregulares en este aspecto, los concursos (por si en tu cátedra no se concursó y no sabés) tienen un diseño tal que permite que, aunque vos hayas hecho la mejor oposición (una de las partes del mismo, en el que tenés que dar una clase ante el jurado) de la historia, si atrás tuyo viene un “amigo” del jurado y habla del partido del domingo, … a cantarle a Gardel. La falta de veedores y que una instancia del mismo se haga a puertas cerradas, entre otras cosas, posibilita estos manejos que, aunque no lo puedas creer, existen. Por otro lado, muchas cátedras no tienen hecho un relevamiento de quiénes son sus ayudantes. Además, se concursa cierta cantidad de cargos sin pensar en cuáles son las necesidades reales de la cursada. Y claro. Es gratis. Mejor que sobren y no que falten (aunque ya habrán visto que pese a todo en muchas materias es difícil cruzarse con algún ayudante…).
Tengamos en cuenta que es altamente probable que además de trabajar al frente de las cursadas se nos ocurra la desubicada idea de, en algún momento, terminar la carrera que iniciamos, con lo cual estamos obligados a estudiar y cursar. Son muchas las horas que pasamos en la facultad y necesariamente algo debemos comer. Muchos ya estamos en el Ciclo Clínico con lo cual quizás nos tocó un hospital bien lejos de la facultad y tendremos, entonces, que invertir dinero y a veces horas de viaje. Es decir, no sólo no cobramos por nuestro trabajo sino que ponemos dinero de nuestro bolsillo para comer, viajar, comprar material y perdemos valiosas horas de estudio (ese día antes del parcial de Pato en el que te encontrás hablando del epitelio estratificado…).
Tenemos que ponernos a pensar qué calidad de formación le estamos dando a nuestros compañeros y, por carácter transitivo, cuál recibimos nosotros durante nuestra carrera. ¿Es lo mejor a lo que podríamos aspirar? ¿Es perfectible? ¿De quién/es depende que lo sea? ¿Por qué, si queremos dedicarnos a la docencia tenemos que trabajar gratis? ¿Hay alguna relación entre esto que pasa en los cursos y lo que pasa en los hospitales con los residentes?
La verdad, después de escribir esto nos sentimos en la obligación de preguntarnos(te) ¿nos estarán jodiendo? ¿Para qué damos clases? Lo que decimos es: no cobramos, no nos reconocen la antigüedad, no tenemos materiales para dar las clases, no tenemos formación docente, nos tenemos que pagar esa horrible milanesa del comedor, viajamos desde los confines de la capital pagándonos colectivos y subtes, si ese televisor que baila sobre nuestra cabeza se cae, la facultad mira para otro lado… Parece una situación un tanto ridícula.
Todo trabajador cobra por las horas que trabaja y nadie puede dudar de que la docencia es un trabajo. Nuestra particularidad docente es participar en la formación de los estudiantes a los que les tocó en suerte cursar con nosotros. Estamos, de algún modo, “valorizando” su trabajo. Es decir, nosotros estamos “produciendo” algo (médicos calificados) y alguien sacará réditos de lo que nosotros producimos pero nosotros no vemos absolutamente nada de esos beneficios. Estamos, en cierto modo, generando “mano de obra calificada”, lo que algunos llaman: MÉDICOS. Contribuimos a que, en un futuro, su trabajo sea mejor remunerado gracias a su formación.
En el mismo tono, podemos decir que muchos de los docentes que cobran sueldo, no dan una clase ni por casualidad. También, que hay docentes con dedicación exclusiva que dan clases en universidades privadas, durante las horas asignadas para trabajar en tan alta casa de estudios. No podemos desconocer esto, porque es desconocer la realidad. Tampoco podemos desconocer que los que mantenemos gran parte de las cursadas somos nosotros, los ad honorem. Nos preguntamos qué pasaría con las clases si no existiéramos. Nos preguntamos si a través de la formación que nosotros damos se podría repensar el modelo sanitario y no meramente reproducirlo.
En fin, parece oportuno comenzar a organizarse y ver qué hacemos al respecto. Somos muchos los que sentimos que en estas condiciones no podemos seguir, necesitamos que se nos reconozca el trabajo que llevamos adelante. Te invitamos a discutir. A que discutamos nuestra situación y empecemos a ver qué podemos hacer para cambiarla. Empecemos…
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